Todo nacimiento tiene su periodo de gestación, y también lo ha tenido nuestra Congregación, preparada por la Providencia de Dios.
Ya desde el comienzo de nuestra Congregación, esta Providencia se ha manifestado de mil maneras, guiando por un camino no siempre fácil ni claro, a nuestra Fundadora y su Congregación.
Ahora, con una mirada retrospectiva podemos ver como esta Providencia ha ido tejiendo y preparando el camino para que nosotras sus hijas, llegáramos a esta tierra Chilena. Se ha servido de personas desconocidas para nosotras, de la forma más impensada.
Era el año 1950: el año santo, y el Revdo Padre Wolfang secretario canciller del Obispo de Puerto Montt, Monseñor Ramón Munita, de regreso del Congreso Eucarístico de Argentina, se paró en Itati para visitar el Santuario de la Virgen, todavía en construcción. Aquí se le acercó
un sacerdote que lo convidó a la casa parroquial para refrescarse y entre una taza de café y otras, empezaron las presentaciones y el intercambio de noticias. Entre estas, Mons. Wallisfurth comentó la escasez de sacerdotes y religiosas en su diócesis, hasta que surgió la pregunta fatídica que emprendió el fuego del deseo misionero en nuestras religiosas.
¿No conoce Ud. Padre, alguna Congregación religiosa para que pueda tomar la dirección de nuestras escuelas Parroquiales?
El joven sacerdote que escuchaba era de la Congregación de Don Orion: Don Juan D ´Attilio.
Después de un momento de reflexión contestó: Escriba a Don Attilio Attili Párroco de Montelibretti en Italia, que en su parroquia tiene una comunidad de excelentes religiosas que podrían venir a Chile.
La Providencia en modo inexplicable y silencioso, estaba actuando.
¡Grandeza y benignidad de Dios Providencia!, podemos exclamar en un himno de alabanza y agradecimiento.
El Padre Wallisfurth, agradeció y siguió su viaje: ¡era el 3 de Noviembre de 1950!. Mientras toda la cristiandad, agradecida, estaba por cerrar el Año Santo, Dios, buen Padre, había pensado regalar a este rincón de Chile las monjitas de su Providencia.
Empezó el carteo entre el padre Wallisfurth, el Padre Attilio, nuestra Madre General Sor Maria Luisa Angeloni y el Arzobispo de Puerto Montt. Un año duró el intercambio de cartas con explicaciones, convenios etc... hasta que el 29 de Noviembre de 1951, el primer grupo de seis religiosas, tomaron el barco “La Corriente” rumbo a Chile. Ellas eran:
Al atardecer del 29 de Noviembre de 1951 La Corriente” se alejó lenta y majestuosa del muelle de Nápoles, frente a los ojos conmovidos hasta las lágrimas, de las religiosas encabezadas por la Madre General, que habían ido para acompañarlas y despedirlas.
Con ella estaba también el Revdo., Padre Mazzucchelli, Barnabita, que al momento del alejamiento del barco dio a todos los viajeros la bendición de Dios para que el viaje fuera bueno y sin novedades.
En el barco iban muchos emigrantes; buscando encontrar fortuna en otras tierras especialmente en Argentina.
También nuestras religiosas viajaban hacia una tierra desconocida, no para encontrar fortuna, más bien movida por el amor de Dios y el celo de las almas, para entregar a éstas, su ayuda, su trabajo, llevando grabado en sus corazones el lema de la Madre Fundadora: “ Nosotras debemos santificarnos haciendo el bien a la niñez” Pens. 12.) Iban únicamente confiadas en la Providencia de Dios, hacia una tierra que nadie de la Congregación había visitado: Iban y al andar tenían que “abrir camino”.
Durante el viaje no permanecieron inactivas, sino que empezaron a catequizar a los hijos de los emigrantes, a escuchar a éstos que en las monjitas veían sus ángeles consoladores, donde poder descargar sus penas, sus angustias de lo inseguro hacia el cual iban caminando. ,
A todos, las religiosas infundían confianza en la Providencia de Dios Padre, que nunca abandona a sus hijos, y a tener un gran amor hacia su Santísima Madre que es por lo tanto Madre de esta Providencia que Dios nos entregó en la persona de su Hijo Divino que se encarnó y nació de Ella para hacerse hombre como nosotros para salvarnos del pecado y devolvernos la filiación de Dios, que habíamos perdido en Adán. 20 días duró el viaje, pero la llegada no fue como la de los emigrantes que al desembarcar, en vano buscaban un rostro conocido. Ellas encontraron al Revdo. Padre Colciago Barnabita con otros sacerdotes y dos Madre Franciscanas de Maria, que como escribe la “cronista,” abrían sus capas en señal de acogida”.
Estas religiosas fueron para ellas más que hermanas cariñosas. Acogidas en su casa, al llegar al comedor, encontraron el cuadro de la Virgen Madre de la Divina Providencia .
Sorpresa y alegría; señal que ella era la que las guiaba y las esperaba en la nueva tierra.
La casa, en Calbuco, a causa de los arreglos, todavía no estaba lista, así que tuvieron que permanecer forzosamente en Puerto Montt.
Finalmente, el 13 de enero de 1952 , viajan en un chalupón a motor hacia Calbuco. La recepción fue extraordinaria: todo el pueblo con las autoridades, estaban en el muelle y las esperaban con cantos de fiesta, banderas y festones multicolores.
El Arzobispo, Monseñor Ramón Munita Eyzaguirre, que venía con ellas, las acompañó hasta la iglesia para dar gracias a Dios y en la breve alocución, tomando el Evangelio de la Epifanía dijo: “ Los Reyes Magos, viendo la estrella, sin fijarse en las dificultades del viaje, dejaron sus países y se fueron en busca de Jesús
También vosotras habéis escuchado la voz de Dios y alcanzáis a encontrar Calbuco. Les encargó ser valientes porque, como el Niño Dios consoló a los Reyes Magos, así consolaría también a ellas, regalándoles fuerza y gracias y ayudándoles para trabajar siempre para la gloria de Dios.
Y así empezó el trabajo... ¡Pero, Dios mío! la casa era grande, pero falta de todo. Como los apóstoles que de dos en dos Jesús había enviado a predicar con la instrucción; ”No lleven para el camino, ni pan, ni morral, ni dinero.....” así se encontraron las religiosas.
Pero la Providencia de Dios que las había guiado hasta allí ¿cómo las dejaría abandonadas? Pronto llegaron los bienhechores que se preocuparon de proveerlas de camas, veladores, sillas, mesas, lo necesario para la cocina y víveres para la despensa que puntualmente siguieron entregándole mes a mes por todo el año.
Empezaron a reunir niños y jovencitas para enseñarles el catecismo y las labores prácticas para la casa, y al mismo tiempo, haciendo las inscripciones para la escuela que en marzo empezaría.
Cómo se acercaban a la gente y a las familias, ¡cuántas miserias iban conociendo! y dentro de sus corazones pareciera resonaran las palabras de la Madre Fundadora cuando fue al Testaccio: “Este es trabajo para nosotras”
Es cierto, el sacrifico unido a la oración es el mejor cimiento para construir una obra que viene a ser como “la casa sobre la roca” para resistir a los vientos y marea de todos acontecimientos.
Con la llegada a Chile de nuestras religiosas es como si un nuevo brote hubiera surgido de las raíces del vetusto y solitario árbol de nuestra Congregación.
Es hora que esta crezca y se expanda hacia otras tierras.
Inicios de la
Congregación en Chile
La vida de un Instituto puede compararse a la vida de cada hombre.
* Nacimiento
* Infancia
* Juventud
* Madurez.
Este ha sido el camino de estos 50 años de vida de la Congregación Hijas de la Divina Providencia en Chile.
R E C U R S O S - B E T T I N I A N O S |
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Historia Congregación en Chile (italiano) |
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MUSICA |
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PRESENTACION |
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IMAGENES |
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INSIGNIA:
- COLEGIO M.D.P. |
INSIGNIA: - COLEGIO MADRE DE DIOS |
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INSIGNIA: - COLEGIO ELENA BETTINI |
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